teatro // Yo soy Fijman, de Martín Ortiz y Alan Robinson // Por Lucho Bordergaray

Este es un espectáculo que tiene muchas contras: se mete en el complicado campo de la poesía, toma la poesía de un hombre que vivió casi treinta años y murió internado en un neuropsiquiátrico, interfiere la representación con momentos testimoniales, etc. Para más, se presenta en una sala fuera de los circuitos teatrales consolidados, de esos a donde no llega el público que se acerca al teatro como a un "consumo cultural". Es un espectáculo de esos que si se lo presentás a un productor teatral, sin dudas te dice que no es un proyecto viable. Y es probable que esté en lo cierto. Pero desde el momento en que estás dispuesto a rescatar desde el teatro la vida y la obra de un loco poeta, ¿a quién le importa la viabilidad?
Pues bien, no hay dudas: estamos ante una elección muy personal de quienes crean esta pieza. Ya sabemos que toda elección es personal, incluso las que derivan en espectáculos complacientes con el público (esos que hacen reír a los amigos y dejan a todos conformes porque al no decir nada, no confrontan nada), y por eso aquí hablamos de una elección “muy” personal, para marcar la diferencia. Martín Ortiz y Alan Robinson eligieron rescatar la figura, la vida y la obra de Jacobo Fijman. No lo hacen relatando su vida ni mucho menos volcando datos biográficos. Nada de eso. La fragilidad y la fuerza que coexisten armoniosamente en un poeta exigen más que la presencia o las ideas. Aquí se pone en juego mucha sutileza, mucha incomodidad, mucha ruptura, incluso mucho descuelgue para que aparezca no la representación de Fijman sino la poesía, gratuita, caprichosa, inasible, luminosa incluso cuando evoca las tinieblas.
Y en un golpe repentino, Fijman se hace evidente con la aparición de Vicente Zito Lema. Otro poeta es el que puede traer a Fijman, y no por el poder de las letras, sino porque Vicente ha compuesto junto a Jacobo unas de las más bellas poesías concebibles: la del amor. Sí, sí: Fijman llevaba casi tantos años internado en hospicios como Zito Lema andando por la vida cuando este pidió su tutela y lo acompañó en sus últimos tiempos. Hasta se encargó de hacer cumplir un terrible deseo del tan lastimado Jacobo: que no le destrozaran la cabeza después de muerto; es decir, que no le hicieran autopsia; una manera de pedir ser acompañado y cuidado, literalmente, hasta la tumba.
Si el teatro es acontecimiento, acá hay teatro. Si la poesía es un intento por expresar lo inefable, acá hay poesía. Pero, por sobre todo, acá hay artistas convencidos de lo que están haciendo, y saben que cuando existe esa convicción, los demás –público, espectadores, lectores, escuchas– entramos al mundo que proponen.
Con dramaturgia de Martín Ortiz y Alan Robinson, textos de Fijman y Zito Lema, las actuaciones de Carina Resnisky (responsable también del vestuario), Federico Mercado (haciendo música en vivo) y los autores, la ya señalada participación de Zito Lema, y la puesta en escena y dirección de Marcela Fraiman, Yo soy Fijman atraviesa nuestras vidas y sigue de largo con la misma intensidad que esas brisas de primavera que nos acarician, nos llenan los pulmones, nos dibujan una sonrisa y se van, pero ya no somos los mismos.

Encontrá la ficha artística y técnica y la información de las funciones de Yo soy Fijman en este link a Alternativa Teatral.


Por Lucho Bordergaray

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