¿Quien es Fijman?

Escribe Alfredo Grande. Psicoanalista

No lo conocí a Jacobo Fijman. Pero conozco a Vicente Zito Lema. De la única forma que se conoce a las personas: compartiendo sus sueños y compartiendo sus luchas. Y estuve en El Crisol para conocer a Fijman a través de la poética y el compromiso humanista de Zito Lema. No pretendo realizar una crítica del espectáculo, que de todos modos no es tal. Los domingos a las 20 horas autores, actores y directora (todos ellos con gran rigor) nos proponen implicarnos en un instante donde el tiempo perdido empieza a recuperarse, donde la anestesia del consumismo es derrocada, y donde el poeta nos hace entender a nosotros, el público, que en el encierro, en la locura y en la tristeza, algo de nosotros también ha sido convocado. No hay, en efecto, espectáculo. Hay una intimidad compartida, aquella que solamente logramos con el desconocido que conocemos desde dolores compartidos.

Fui porque conozco a Vicente Zito Lema. Y él nos habla desde él mismo, que en ese instante compartido también somos nosotros, y nos enseña que hay algo del amor que aquel que ama también desconoce. Si Jacobo se enamoró de María, la madre virgen, nosotros podemos recuperar algo de nuestra virginidad, entendida como puro asombro ante la vida. No cualquier vida, sino aquella que transcurre en la solitaria coherencia con uno mismo, mas allá de todo espectáculo, de todo circo, y, no pocas veces, de todo pan. Incluso del pan de la ternura. Cuando me retiraba de El Crisol, después de abrazar y ser abrazado por aquellos que me permitieron por un instante sentirme poeta, que es saberse humano, me permití abrazarme con una emoción idea que no dejaré que me abandone: “Yo soy Fijman”

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